Tesis de Los Ángeles (2015)
En esta sociedad la unidad aparece como accidental, la separación como normal.
Karl Marx, Teorías sobre la plusvalía
- Vivimos en una época de crisis social de larga duración, que es fundamentalmente la crisis de las sociedades organizadas de manera capitalista. De hecho, las relaciones laborales que rigen la producción y el consumo en las sociedades capitalistas se están rompiendo. El resultado ha sido la reaparición de una condición estructural que Marx denominó capital excedente junto con población excedente. Las transformaciones tecnológicas siguen teniendo lugar a pesar del estancamiento económico, lo que da lugar a una situación en la que hay muy pocos puestos de trabajo para demasiada gente. Mientras tanto, enormes reservas de dinero recorren la tierra en busca de beneficios, lo que conduce a expansiones periódicas de burbujas que estallan en explosiones masivas. El aumento de la inseguridad laboral y la desigualdad son síntomas de la creciente imposibilidad de este mundo como tal.
- En el momento actual, estas contradicciones, antes contenidas en las sociedades capitalistas, están a punto de explotar. La crisis de 2008 fue una manifestación de esto. Dio lugar a una ola global de luchas que aún se está desarrollando hoy en día. Con el fin de obtener cierto control sobre una crisis en ciernes, los estados organizaron rescates coordinados de empresas financieras y de otro tipo. La deuda estatal aumentó a niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. Así pues, los rescates de los capitalistas tuvieron que ir acompañados del castigo de la austeridad para los trabajadores, ya que los estados trataron de gestionar sus balances al tiempo que recreaban las condiciones para la acumulación. Sin embargo, estas acciones del Estado sólo han tenido un éxito parcial. Las economías ricas siguen creciendo cada vez más lentamente, incluso cuando asumen enormes cantidades de deuda a todos los niveles. Las economías pobres también se están tambaleando. Llamamos a esta situación mundial el patrón de espera y afirmamos que es probable que surjan nuevas turbulencias económicas en un aterrizaje forzoso capitalista.
- Los trabajadores libraron batallas defensivas en el siglo XX como todavía lo hacen hoy en día. Pero entonces, sus batallas defensivas eran parte de una lucha ofensiva: los trabajadores buscaban organizarse en un movimiento obrero, que cada vez era más poderoso. Este movimiento tarde o temprano expropiaría a los expropiadores para comenzar a construir una sociedad organizada de acuerdo a las necesidades y deseos de los propios trabajadores.
- Sin embargo, la crisis del capitalismo posterior a la década de 1970, que para muchos debería haber supuesto su fin, condujo a una profunda crisis del propio movimiento obrero. Su proyecto ya no es adecuado a las condiciones que enfrentan los trabajadores. Fundamentalmente, esto se debe al declive de la centralidad del trabajo industrial en la economía. Con el inicio de la desindustrialización y el declive de la proporción del sector secundario en el empleo (que fue en sí misma una de las causas fundamentales de la expansión de población excedentaria), el trabajador industrial ya no podía ser visto como la vanguardia de la clase. Además, debido al aumento de los niveles de gases de efecto invernadero, es evidente que el vasto aparato industrial no sólo no está creando las condiciones de un futuro mejor –sino que las está destruyendo. Lo más importante de todo es que el trabajo en sí ya no se considera central en la identidad de la mayoría de las personas. Para la mayoría de la gente (aunque no todos), ya no parece que el trabajo pueda ser satisfactorio, aunque fuera administrado colectivamente por los trabajadores y no por los jefes.
- Al mismo tiempo, el declive de la identidad obrera reveló una multiplicidad de identidades, organizándose en relación con luchas que hasta entonces habían sido más o menos reprimidas. Los «nuevos movimientos sociales» resultantes dejaron claro, en retrospectiva, hasta qué punto la homogénea clase obrera era en realidad de carácter diverso. También establecieron que la revolución debe implicar algo más que la reorganización de la economía: requiere la abolición de las distinciones de género, raza, nacionalidad, etc. Pero en el cúmulo de identidades emergentes, cada una con sus propios intereses sectoriales, no está claro qué debe ser exactamente esta revolución. Para nosotros, el exceso de población no es un nuevo sujeto revolucionario. Más bien, denota una situación estructural en la que ninguna fracción de la clase puede presentarse como el sujeto revolucionario.
- En estas condiciones, la unificación del proletariado ya no es posible. Esta puede parecer una conclusión pesimista, pero tiene una implicación inversa más optimista: hoy el problema de la unificación es un problema revolucionario. En los momentos álgidos de los movimientos contemporáneos, en las plazas y las fábricas ocupadas, en las huelgas, los disturbios y las asambleas populares, los proletarios descubren no su poder como verdaderos productores de esta sociedad, sino su separación a lo largo de una multiplicidad de líneas de identidad (situación laboral, género, raza, etc.) Éstas están marcadas y unidas por la integración desintgradora de los Estados y los mercados de trabajo. Describimos este problema como el problema de la composición: las diversas fracciones proletarias deben unificarse pero no encuentran una unidad preexistente en los términos de esta sociedad en descomposición.
- Por eso creemos que es tan importante estudiar el desarrollo de las luchas en detalle. Sólo en esas luchas se delinea el horizonte revolucionario del presente. En el curso de sus luchas, los proletarios improvisan periódicamente soluciones al problema de la composición. Nombran una unidad ficticia, más allá de los términos de la sociedad capitalista (recientemente: el black block, la democracia real, el 99%, el movimiento black lives matter, etc.), como medio para luchar contra esa sociedad. Aunque cada una de estas unidades improvisadas se rompe inevitablemente, sus fracasos acumulados trazan las separaciones que tendría que superar un movimiento comunista en el caótico alboroto de una revolución contra el capital.
- Esto es lo que queremos decir cuando decimos que la conciencia de clase, hoy en día, sólo puede ser la conciencia del capital. En la lucha por sus vidas, los proletarios deben destruir lo que los separa. En el capitalismo, lo que les separa es también lo que les une: el mercado es a la vez su atomización y su interdependencia. Es la conciencia del capital como nuestra unidad-en-la-separación lo que nos permite plantear desde el interior de las condiciones existentes –aunque sólo sea como un negativo fotográfico– la capacidad de la humanidad para el comunismo.
Endnotes, Los Ángeles, diciembre de 2015