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Desintegrarse

Desintegrarse1

Josep Rafanell i Orra

Se puede considerar al idioma como una antigua ciudad, como un laberinto de calles y plazas, con distritos que se remontan muy atrás en el tiempo, con barrios demolidos, saneados y reconstruidos, y con suburbios que se extienden cada vez más hacia el campo, yo parecía alguien que, por una larga ausencia, no se orienta ya en esa aglomeración, que no sabe ya para qué sirve una parada de autobús, qué es un patio trasero, un cruce de calles, un bulevar o un puente. Toda la estructura del idioma, el orden sintáctico de las distintas partes, la puntuación, las conjunciones y, en definitiva, hasta los nombres de las cosas corrientes, todo estaba envuelto en una niebla impenetrable.

—W. G. Sebald, Austerliz

DESCOMPOSICIÓN

Un inmenso fragmento de glaciar de más de 5.000km se desprende de la barrera Larsen C2 en el Antártico. Mil quinientos millones de personas viven en barracas. En estos últimos diez años, más de 30.000 inmigrantes mueren en el Mediterráneo. La antigua presidenta de Act Up, Emmanuelle Cosse, era de las primeras en contemplar la destrucción, y luego su dispersión, del campamento en Calais donde albergaba migrantes. Varios miles de migrantes, entre ellos cientos de niños, vagaban por las calles del noreste parisino hostigados por la policía. Anne Hidalgo coloca el alambrado en los declivios de la rotonda de Stalingrado para impedir las agrupaciones de decenas de exiliados que reciben, varias veces a la semana, clases de francés al aire libre gracias a profesores voluntarios del BAAM3. Los datos oficiales en Francia estiman que el 25% de los jóvenes están en paro. El doble en los barrios populares, a la par que en Grecia o España. Pero ¿quién sigue apreciando el «valor-trabajo»? Todos los años se volatilizan en el Hexágono4 el equivalente a 4,7 millones de euros por el hurto cotidiano de mercancías: jóvenes, ancianos, burgueses y proletarios están implicados con más o menos talento. El titular de Le Parisien dice: «¿Por qué ya no votan los jóvenes?». Atendemos que el 74% de los jóvenes de entre 18 y 24 años no acudieron a los recintos electorales durante la segunda ronda de las elecciones. Rémi Fraisse5, Adama Traoré6, Jérôme Laronze7…, la policía ha asesinado desde el año 2000 a, por lo menos, 150 personas; y de aquellas personas heridas por las armas policiales, decenas han acabado tuertas. Un gendarme apunta con su pistola a los manifestantes de Rennes. Uno de los cuales, con un coraje y sangre fría memorable, gritó en repetidas ocasiones: «¡Baja el arma!». Un mes después, policías encapuchados echaron abajo a golpe de ariete las puertas de tres pisos y arrestaron a 7 personas. Fueron condenados a penas de prisión, uno de ellos a 17 meses con orden de ingreso en prisión. En la última década, el 40% de las colonias de abejas en Europa, que contribuyen a la reproducción del 80% de las especias de las flores, han sido diezmadas. El Serinus serinus, el jilguero norteamericano y el verderón han desaparecido prácticamente de París. Dentro de nada los gorriones comunes, con la desaparición de los terrenos baldíos y la destrucción de los viejos edificios donde anidan, no serán más que un dulce recuerdo. Emmanuel Macron es elegido presidente. En 6 meses de vacío provoca el hundimiento de los partidos que han gobernado Francia desde la posguerra, convirtiendo el parlamento en una start-up francesa. Es joven. Tiene la cara de un cover-boy. Era un banquero. Lo vemos salir de sus conciliaciones con los sindicatos. Cuando su primer ministro le preguntó cómo habían ido las reuniones, se rió dulcemente y respondió que no les había dicho nada. Jean-Claude Mailly, secretario general del FO8, estipuló que el diálogo y la concertación entre el gobierno y los sindicatos iban en buena dirección. Macron continúa diciendo, unos días más tarde, frente una pequeña muchedumbre de empresarios high-tech, que hay gente que ha sido exitosa y otros que no son nada. Bruno Latour, en una entrevista para Le Nouvel Obs, dijo que los súper-ricos han renunciado a la idea de un mundo común [sic]. En Hamburgo, el gobierno alemán despliega 21.000 policías con perros, 3.000 vehículos y 28 helicópteros para proteger a Putin, Trump, Erdogan, Macron y el mundo común de los súper-ricos.

Los vencejos comunes han vuelto a la primavera de París.

David Lapoujade en su espléndido comentario sobre la obra de Etienne Souriau plantea la cuestión del mundo común. Nos dice que el mundo común no preexiste a la experiencia que tenemos de él. La experiencia, en tanto que situada, impone una perspectiva que hace el mundo: «el mundo se vuelve interior a las perspectivas y por eso mismo se desmultiplica. Lo que desaparece no es el mundo, sino la idea de un mundo común. La tesis perspectivista es que no hay en primer lugar un mundo común que cada uno se apropia para hacer de él “su” mundo, sino a la inversa9». Son las perspectivas singulares las que permiten la instauración de un mundo. El mundo común es, así, un potencial de existencia, o de coexistencias («existimos porque hacemos existir»10). Lo que aquí nos atañe no es lo que «es», sino los modos en que lo que es puede devenir en su relación de existencia con otros seres. Dicho de otra forma, es la virtualidad de la experiencia de los seres la que tiene la mayor realidad puesto que es a través de ella que los mundos se realizan en el curso de realización. Nunca experimentamos lo que somos, sino siempre lo que somos en el proceso de devenir, en alguna parte.

Respecto a nosotros, diríamos: no hay un mundo común, solamente formas de comunización.

Frente a la descomposición del mundo común de los «súper-ricos», antes que en una guerra social, estamos en una guerra entre medios, o ante la [im]posibilidad de que existan ciertos mundos. Está el medio global en descomposición, el del mundo total de la economía en el que cada uno debe tener lugar, sea como emprendedor en una start-up o como mendigo en un Consejo del Bienestar Social; los que son todo y los que no son nada son citados a devenir en cualquier cosa por la gracia del mundo común de la economía. Ulteriormente están los medios singulares que se afirman, fragmentarios, que bifurcan, recalcitrantes, que interrumpen el tiempo de la gubernamentalidad y su coincidencia con el tiempo de la economía. Lo que la política nos indica, incluso antes del enfrentamiento entre las «concepciones» de la sociedad es, primero que todo, que hay una incomposibilidad entre los mundos. Entre el mundo de un futuro probable y aquellos mundos plurales de devenires posibles.

Contra el futuro, los devenires. Contra el Todo, los fragmentos. Detener el tiempo enajenado de la unificación del mundo. Bloquear el tiempo, nos dice Marcello Tarí, para que pueda surgir «una condensación de experiencias que [decidieron] en un momento dado enfrentarse al tiempo enemigo». Y fue entonces que «una multiplicidad de estados de consciencia alterados» se abrió hacia la afirmación de nuevos vínculos con el mundo. El bloqueo del tiempo, sigue diciendo, es la pesadilla de los patrones, de los pequeñoburgueses y de los gobernantes: su conciencia repentina de que el tiempo deja de ser suyo, «y que existe siempre, a cada instante, la posibilidad de un tiempo en el que ya no estén11». Y es quizás en este momento de interrupción cuando la política se desdobla en una cosmología. Multiplicidad de los tiempos de la secesión para hacer existir las coalescencias entre modos de existencia en los otros mundos.12

Durante las luchas contra la Ley del Trabajo no se trataba tanto de un enésimo movimiento social como de una etopoiética: la presencia de los cuerpos, los afectos, las percepciones, las inteligencias que imponen nuevas relaciones en el fantasmal espacio público. Copresencias intempestivas en las plazas, en los desbordamientos de las manifestaciones… Composición entre los cuerpos súbitamente emancipados, desintegrados. Y porque están desintegrados, al acecho, capaces de re-unirse, atentos de nuevo, capaces de compartir gestos, palabras nuevas, modos de habitar el mundo espectral de la metrópolis. El mañana queda anulado, podía leerse en las paredes grafiteadas de París. Como la promesa de una multitud de existencias futuras esbozadas. Debemos bloquear el tiempo del mundo común de los súper-ricos.

No, las luchas contra la Ley del Trabajo no fueron un movimiento social. De la misma manera, las luchas dirigidas por los Lakotas contra el oleoducto de Standing Rock no son un movimiento ecologista. Estas son luchas tenaces contra el nuevo Leviatán, la Metrópolis, y su encarnizado proyecto de instituir el mundo total de la pesadilla integrada. En las calles de París o en las llanuras de Dakota.

INTER-MUNDOS

Es un domingo por la tarde. Nos encontramos en la Petite Ceinture13. Heinri Taïb vive desde hace 20 años en una casa que sobresale a las vías del tren, a un costado de la Flèche d’Or, la antigua estación de Charonne que da a la calle Bagnolet. Está bajo amenaza de un desalojo.
La casa de Henri, propiedad ahora de la SNCF14, data de principios del siglo XVII. Formaba parte del poblado perteneciente al dominio de la Iglesia de Saint-Germain-de-Charonne. Es posible que se resguardara provisionalmente como una escuela antes de que el poblado se anexionara a París en 1860. Se dice de ella que es uno de los últimos vestigios arquitectónicos «auténticos» del barrio de San Blas. Si bien hay que saber que algunas calles de las que ciertas gentes llaman ahora el «poblado» de San Blas —coquetas y peatonales, con sus bares y sus terrazas—, no son más que falsificaciones, una reproducción de la arquitectura autóctona para el deleite de André Malraux, quien no deseaba ver la fealdad de las torres bajo su terreno en el cementerio adyacente a la Iglesia de Saint-Germain-de-Charonne, donde actualmente está enterrado.

La Flèche d’Or, que se encuentra a unas decenas de metros de la casa de Henri, es conocida por todos los de mi generación que abandonaron el largo túnel de lo que Guattari nombró los años de invierno15. Esta antigua estación, invertida a mediados de los años 90 y convertida en sala de conciertos, fue también un lugar de encuentro para todos aquellos que comenzaban a reorganizarse acerca de nuevas formas de intervención política. Henri, artista plástico, creador de mezclas de sonido, jardinero y apasionado de la historia, fue uno de los instigadores de la ocupación de la estación. Frente a esta, al otro lado de la calle Bagnolet, había otra casa ocupada. Hoy se ha convertido en el Mama Shelter, un hotel-restaurante de lujo e «insólito» y que, según el anuncio, pertenece al grupo ACCOR. La Flèche d’Or cerró en 2016. Con el transcurso del tiempo se había convertido en un lugar de moda completamente desconectado del barrio, con sus guardias de seguridad en la entrada. La firma O’Sullivan es el comprador que el ayuntamiento hubiese preferido para convertir La Flèche d’Or en un pub irlandés.

Henri Taïb y su amigo Léonard Nguyen Van Thé, genio de la jardinería, han creado la asociación ESEL, la Escuela Especiales de Espacios Liberados, que acoge a todos a los que conservan cierto gusto por los intersticios urbanos aún no domesticados. Léo toma parte como jardinero en múltiples espacios de París y de los suburbios. Es botánico, paisajista, agricultor urbano, sabe soldar y, ocasionalmente, hace de albañil.

Paseo con él a lo largo de la vía férrea. Bordeamos los magníficos macizos de valeriana florecidos, con sus colores rosa-fucsia degradados, arraigados entre los raíles a la altura del balasto y que «acompaña», como él dice, durante años para amplificar la presencia. Pueden verse como la vegetación abunda en los andenes y en los caminos que bordean las vías. Las inevitables buddlejas, acacias, ailantos, robinias, paulonias… e incluso, aquí y allá, higueras, manzaneros, cerezos, guindos, nogales. Todo un paisaje antrópico que guarda las huellas de las intervenciones voluntarias o involuntarias de los humanos. Vemos huertos que son en cierta manera efímeros. Las verduras y las hierbas aromáticas se concentran en las parcelas, o bien se distribuyen en un aparente caos. Las viejas piedras enterradas por antiguos terraplenes reaparecen durante las obras de diseño de jardinería. En la Petite Ceinture viven murciélagos, garduñas, lagartijas, zorros y lechuzas, así como una multitud de insectos. Leo me habla de la grava de granito-pórfido y de la pumita, de la contaminación del suelo, de la creosota, un insecticida y fungicida, con el que se trataban las traviesas de madera de las vías del ferrocarril. Me explica que hay que relativizar los efectos de la contaminación del suelo en las plantas de París: cuando se come una ensalada comprada en el Carrefour se corre el riesgo de encontrar en ella muchísimas sustancias tóxicas… Me habla de bioaumentación, de cómo intensificar el trabajo propio de la tierra a partir de experiencias de organoponía inspiradas en la agricultura cubana.

La construcción de la Petite Ceinture inició en 1852, en los tiempos de Napoleón III, paralela a la línea trazada por el muro de Thiers, las últimas fortificaciones de París construidas durante la Monarquía de Julio. Tenía una función de expansión del movimiento de mercancías y, más tarde, del tráfico de pasajeros así como un rol en la estrategia militar: debía permitir conectar las estaciones, las periferias de Halles, los lugares de poder y los cuarteles militares interiores. Sabemos lo que pasó con la caída del Segundo Imperio durante la guerra franco-prusiana y el advenimiento de la Comuna. El tráfico de mercancías se mantuvo hasta principios de 1990.

La intervención policial en la Petite Ceinture es escasa. ¿De qué serviría, pues toda presencia es allí ilegal? Tendríamos que echar a todo el mundo: a los grafiteros y los fumadores de marihuana, tanto jardineros como albañiles informales, a los gitanos que se aposentan allí, a los rastas, a los jóvenes del barrio y sus grupos de rap, a los que hacen videoclips y quienes se reúnen para compartir una barbacoa. Y a todos los errantes que no se resignan a los paseos señalizados en la ciudad.

Si este espacio resiste, si permanece como un lugar de coalescencia entre una multiplicidad de seres, se debe por su carácter ilegal. Los 800 metros de vallas que recién se instalaron han sido destrozados. Los portales fortalecidos regularmente por RFF, la Red Ferroviaria Francesa, no resisten los ataques de quienes hacen habitable este espacio. A pesar de que en algunas secciones —cuyos tramos bordean a unos cientos de metros los campamentos de gitanos destinados a ser expulsados brutalmente— se hayan instalado «recicladores» al estilo parisino y otros huertos urbanos compartidos, la Petite Ceinture sigue siendo por ahora un espacio sin gobierno.

Lo que le interesa a Léo no es la gracia pintoresca de la ruina, la plasticidad del caos postindustrial, sino una estética de los efectos que resulta de la coalescencia entre humanos y no humanos. Continúa diciendo: los equilibrios precarios, las lógicas de autorregulación entre los unos y los otros, y que constituyen el «genio de un lugar»16. De hecho, si se da que los transeúntes destruyen las plataciones, considera tal incidente como un suceso climático, a la par que una granizada o una tormenta repentina.

Lo que me sorprende de Léo es su combinación de voluntarismo e involuntarismo, esa manera de prestar una atención escrupulosa a la inclinación de las cosas, de los seres, humanos y no humanos, a sus zonas de vecindad17, a la intensificación de las coexistencias sin forzarlas a moldearse en ningún programa, todo y que diga ser «ecológico».

Podar los árboles, esculpir el paisaje del lugar, agenciar el juego de sombras y de luces, recrear la materia orgánica, pero también dejar que las ramas se sequen para atraer a los que hacen barbacoas.

Cercar los árboles jóvenes con círculos de piedras con tal de protegerlos del desbrozo protagonizado por una asociación de jardineros que golpean sus cuellos. Sin decirles nada. El desbrozo prosigue, pero los árboles a partir de ahora están protegidos.

Los propietarios del Mama Shelter amenazan a Léo y Henri, que cuidan sus jardines en las vías, con la intervención de la policía. Por lo que construyen más abajo de su bar-terraza un pequeño anfiteatro. Y esperan: algunos días después, jóvenes del barrio lo convierten, ante las mismísimas narices de los clientes, en el lugar de sus reuniones.

Somos una veintena de gentes compartiendo una parrillada de pescado que Léo compró rebajada al final del mercado de la Place de la Réunion. Estamos los de siempre: Henri, Léo, un rapero, una pareja de portugueses más o menos alcohólica con una relación agitada, un visitante que acondiciona otros terrenos sin cultivar, Mariam, que dirige un Centro Social Autogestionado en los barrios pobres, y su amiga Mathilde, que organiza un grupo de apoyo para pacientes (o impacientes) de instituciones psiquiátricas. También está David, un antropólogo que ha vivido por mucho tiempo en Perú donde hizo investigaciones sobre el neochamanismo. Y Aylina, una joven cineasta que recién abandonó la Turquía de Erdogan. Discutimos del mundo de la psiquiatría, del centro social, reflexionamos en cómo preparar el expediente de solicitud de permiso de residencia de Aylina. Los jóvenes del barrio vienen a pedirnos hojas de papel de liar. Más lejos, otros grupos se han instalado a lo largo de las vías donde comparten barbacoas… El día termina. Tonos oscuros cubren los árboles. Me doy cuenta de que nunca miro los árboles de la ciudad.

DESINTEGRARSE

«El árbol y el hombre hacen causa común en el sentido en que prestan mutuo apoyo para existir. El hombre sostiene la existencia del árbol como el árbol sostiene la existencia del hombre y de su pensamiento, ese “ser débil”»18.

David Lapoujade evoca, a raíz de Etienne Souriau, las «existencias menores», todas esas existencias que aspiran a existir de otro modo, esos fenómenos en el límite de la existencia a los que no se les concede suficiente importancia. «Se sabe bien que el medio más seguro de socavar una existencia, es hacer como si ella no tuviera ninguna realidad. Ni siquiera tomarse el trabajo de negar, solo ignorar»19. Ignorar deviene pues la fuerza más poderosa de la negación.

La política sería pues la afirmación de las potencialidades de la existencia contra el mundo que niega la posibilidad. Emanciparse de este mundo es retirarse de los regímenes de inteligibilidad de la experiencia producidos por los dispositivos de gobierno y, en el mismo movimiento, afirmar nuevas formas de vida. Aquí el arte alcanza la política: modos de ser contra lo que ignora la experiencia. La afirmación deviene el preludio de la negación del mundo de la negación.20

Afirmar nuevas formas de vida no es más que hacer secesión. O hacer que exista un fragmento del mundo. Fragmentar el mundo de la gubernamentalidad es negarle el poder de constituir el mundo global donde todo debe integrarse o desaparecer. Hacer secesión es un modo de desintegrarse de los regímenes que instituyen las identidades, que instituyen la inteligibilidad. Nada es político, todo es politizable, decía Michel Foucault21. Es en las formas de vida donde están las potencias de insubordinación.

Desde hace dos años tienen lugar encuentros en los Laboratorios d’Aubervilliers en torno a las prácticas de cuidado y de colectivos. Léo, Henri, Mariam, Mathilde, David, entre otros, han participado en distintas ocasiones. La cuestión reside en la afirmación de nuevos modos de existencia «frágiles», prestarles atención y en compartir la experimentación. Con quienes oyen voces, arriesgándose, contra la nosografía psiquiátrica que solo admite alucinaciones, a hacer existir otros seres. Con la ayuda del colectivo Dingdingdong, pese a la maldición del diagnóstico de la enfermedad de Huntington, para hacer existir la experiencia de la metamorfosis. Con grupos de apoyo mutuo, al margen de la psiquiatría, agenciar en la mayor precariedad ambientes de curación. A la vera de los jardineros urbanos, para volver a cohabitar con las plantas desatendidas que ya no vemos. Junto a grupos de autoayuda de toxicómanos, compartiendo la experiencia psicoactiva que nos hace vulnerables. O hacer que exista la experiencia de la reafiliación problemática con las prácticas chamánicas. O introducir las formas de cuidados en los contextos de violencia policial. O establecer lugares donde los encuentros vuelvan a ser posibles.

El cuidado se sitúa en el límite de la política. Son tanto el cuidado como la atención los que permiten que las fronteras de lo político devengan porosas, y que lo político devenga habitable. Se trata pues de prestar atención a los procesos de coindividuación que permiten situar la experiencia de lo colectivo y, al hacerlo, crear pasajes entre los mundos. El cuidado es entonces la fabricación de las diferencias contra la gestión de las identidades.

Si la política surge allí donde se produce un proceso de deserción de las identidades policiales que constituyen un cierto orden social, el de una población administrada, esto quiere decir pues que la aparición de nuevas sensibilidades y enunciaciones colectivas dan comienzo a la posibilidad de nuevas formas de comunidad. En el cuidado, no se trata de sujetos identificados, sino de posibles relaciones.

Se trata de hacer visibles las formas de autonomía colectiva en tanto en que estas fabrican nuestros afectos, y no un ideal de autosuficiencia en sí mismo. En la autonomía no hay Sujeto, este sería el tema de la emancipación: sabemos a qué desastres conduce la institución de un sujeto político que subsume todas las formas plurales de subjetivación. La autonomía, cuya ambigüedad de sentido no cesa de perseguirnos, es inseparable del compromiso de nuestra experiencia en los mundos en construcción22, en los mundos de relaciones. Debe entenderse como los procesos plurales de desintegración del mundo «tal como es» para instaurar nuevos modos de relacionarnos.

Los desintegrados, como los solteros de Kafka o los desposeídos de Beckett, existen pero ya no tienen realidad en este mundo. No tienen derecho a existir a su manera. Pero, ¿es que todavía quieren derechos? ¿No han dejado ya de mendigar? «¿Ya no tenemos derechos? ¿Los hemos perdido? Los hemos malbaratado23». Entonces se arrancan del mundo y se hacen un mundo nuevo.24

Al oponerse a las relaciones prescritas por la gubernamentalidad, que conducen inevitablemente a una ontología de la negligencia con respecto a los mundos posibles de la comunidad, surgen pues nuevas determinaciones: ¿cuáles son los modos de estar juntos, aquí y ahora, en las situaciones que esbozan, fragmento por fragmento, la desintegración de la totalidad del mundo? Estos fragmentos sólo pueden ser las formas singulares de la experiencia por las que aparecen otros mundos. El devenir real de las existencias son modos de existencia que marcan la diferencia al comprometerse, contra el mundo tal como es, en los devenires de los mundos por hacer.

«Lo que llamamos vida no es sino el gesto a través del que una porción de la materia se distingue del mundo con la misma fuerza que utiliza para mezclarse con él»25.

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Notas

  1. Texto publicado en el número 45 de la revista Ecorev el Junio de
    2017.
  2. Actualmente existen tres categorías de barreras Larsen: la más pequeña de las tres, Larsen A, y desintegrada en 1995; Larsen B, parcialmente existente tras su casi desintegración total en 2002; Larsen C, la cuarta barrera más grande del continente, desprendida una gran parte de sí en 2017.
  3. Bureau d’Accueil et d’Accompagnement des Migrants.
  4. Locución que designa el área metropolitana francesa.
  5. Asesinado por la policía francesa a manos de una granada aturdidora el 26 de octubre de 2014.
  6. Asesinado por la policía francesa durante su detención el 19 de julio de 2016.
  7. Asesinado mediante tres tiros policiales el 20 de mayo de 2017.
  8. Force Ouvrière, más conocido como CGT-FO: Conféderation Génerale du Travail – Force Ouvrière.
  9. David Lapoujade, Las existencias menores, Editorial Cactus, 2018, p. 47-48.
  10. Josep Rafanell i Orra, Fragmentar el mundo, Ediciones Extáticas, 2021, p. 40-68.
  11. Marcello Tari, Autonomie! Italie, les années 1970, La Fabrique éditions, 2011, p. 219. (La Autonomía italiana en la década de 1970, Traficantes de Sueños, 2016, p. 188.)
  12. Josep Rafanell i Orra, op. cit., p. 61
  13. «Pequeño Cinturón» es un proyecto de circunvalación de la antigua línea ferroviaria que recorría París entre 1862 y 1934.
  14. Société Nationale des Chemins de fer Français.
  15. «Yo soy de los que vivieron los años sesenta como una primavera que prometía ser interminable. ¡Del mismo modo me ha costado mucho acostumbrarme a ese largo invierno de los años ochenta! Algunas veces la historia nos da cosas, pero nunca sentimientos. Lleva su juego sin reparar en nuestras esperanzas y en nuestras decepciones. Más vale, por lo tanto, asumirlo y no contar demasiado con un obligado retorno de sus estaciones. ¡Tan es así que en verdad nada nos asegura que a este invierno no le seguirá un nuevo otoño, o incluso, un invierno todavía más rudo!» Felix Guattari, Les années d’Hiver 1980 – 1985, Bernard Barrault, París, 1986.
  16. Tal vez podríamos decir su alma. «Atribuir un alma es ampliar una existencia», sea de los humanos, animales, plantas, minerales u otros cuerpos de la naturaleza. «De una manera general, hay alma desde el momento en que se percibe la existencia dada algo inacabado o inconcluso que exige un “principio de ampliación”, en suma, el esbozo de algo más grande, más consumado, capaz de aumentar la realidad de esta existencia». David Lapoujade, ibidem, p. 56.
  17. La reconstrucción de la ciudad (…) obligando al obrero a realojarse en distritos excéntricos, rompió la relación de vecindad que lo unía antes al burgués.» Extraído de Émile Levaseur, Historia de las clases obreras y de la industria en Francia. 1904, [p. 775] en el libro Walter Benjamin, El libro de los Pasajes, Akal 2005, p. 150.
  18. Ibid., p. 78.
  19. Ibid., p. 75.
  20. Se trata de un nuevo entendimiento de la autonomía política, donde la afirmación en tanto que «negación del mundo de la negación es el punto de anclaje concreto del impulso emancipador». Jérome Baschet, Adieux au capitalisme. Autonomie, société du bienvivre et multiplicité des mondes, La Découverte, 2014, p.10. Pero la autonomía implicará pues la instauración de nuevas codeterminaciones entre los modos de ser. La autonomía es lo que hace que una existencia determine otras existencias, y que ella sea determinada por estas en el mismo movimiento.
  21. Michel Foucault, Seguridad, territorio, población, p. 451 [Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica].
  22. Thierry Drumm, Pragmatisme et mondes en train de se faire.
    http://www.leslaboratoires.org/article/pragmatisme-et-mondes-en-train-de-se-faire-thierry-drumm
  23. En attendant Godot, tomado de David Lapoujade, op. cit., p. 84.
  24. Josep Rafanell i Orra, Fragmentar el mundo, Ediciones Extáticas, 2021, p. 68.
  25. Emmanuele Coccia, La vie des plantes. Une métaphysique du mélange, Éditions Payot & Rivages, 2016.