Categorías
Textos y traducciones

En Defensa de Reventar Cámaras

EN DEFENSA DE REVENTAR CÁMARAS (2016)

Nos estamos volviendo vulnerables a los ataques.

Y lo que es peor, cada vez somos más vulnerables los unos con los otros. Ya mismo los fotógrafos en las manifestaciones superarán en número a los manifestantes, aquellos que están dispuestos a actuar. Es algo a lo que debemos plantar cara. Las cámaras son herramientas de vigilancia, y lo mismo da que sea el enemigo o nosotros quienes las utilicen, pues estamos participando en nuestra propia vigilancia. Grupos e individuos que tienen cierto interés en publicitarse, en conseguir fotos morbosas, deben reconocer que pueden hacer ser a los demás más vulnerables en la represión y menos eficaces en la acción. La foto grupal de alguien en Twitter es publicidad indeseada para los cientos de personas que los rodean. 

No se trata de que los deseos de unos pocos dictaminen la seguridad de la mayoría; es una cuestión de la política de estos deseos. Una protesta es un ataque, o, por lo menos, la amenaza de ello. Teniendo en cuenta que esto es una demostración de nuestra fuerza, debemos considerar seriamente que: ¿qué es lo que nos hace menos fuertes, menos eficaces — qué es lo que hace al colectivo-en-movimiento menos poderoso y más expuesto? He aquí las cámaras, técnicas constantes de vigilancia.

Pararte a hacer fotos cuando eres parte de un gran grupo pone en riesgo a todo el mundo; en riesgo con quienes caminamos, inhabilitando la seguridad que proporciona un mayor número de gente; pone en riesgo a que quienes guardan tus espaldas se vean sometidos al ojo penetrante del objetivo del periodista. En consecuencia por tus acciones, no sólo sometes al resto a tu deseo de publicidad o a tu minuto de gloria (no debe suponerse que una posición ideológica es deseada por los miembros de un colectivo o formación), sino que, tras pasar una hora de caminata, ondeando banderas, de expresiones documentadas y difundidas por las multitudinarias hordas parásitas de cámaras, puede generar reticencia hacia quienes quieran hacer algo interesante.

La publicidad es un problema. Si estamos en la calle estamos en público; vigilados. No podemos huir de esto. Lo que sí podemos controlar es la visibilidad inteligible. El motivo por el que nos ocultamos el rostro es para ser opacos, para eludir la inteligibilidad. Ser fotografiado en contra de tu voluntad es un ataque directo contra nuestros intentos de ofuscación y debe ser tratado como tal. Las cámaras son tanto herramientas de vigilancia del Estado como formas de control dominante que pretenden desmantelar nuestra propia presencia en las calles.

Los fotógrafos en las acciones que llevamos a cabo nos debilitan y, en consecuencia, también nuestra capacidad de actuar. No es paranoia; es un hecho. Por cada fotografía policial, hay otras diez más incriminatorias en Twitter. Por cada observación oficial, cada cámara de seguridad enfocando nuestro rumbo, cometemos la injusticia de permitir que graben, difundan y documenten a nuestros compañeros en nombre de la libertad de expresión o de la imparcialidad periodística, del derecho, o como quieras llamarlo. Y esto tiene que parar.

Esto no es un juego inocente en el que te encuentras en Facebook y te maravillas por cuan rebelde te ves. La cruda realidad es que la gente se enfrenta a condenas de prisión por publicaciones banales en Twitter. La otra realidad es que, a veces, no son sólo tonterías. Hay periodistas en las manifestaciones que no sólo están para capturar su parte escénica de RiotPorn que excite a los lectores de Vice. Algunos fotógrafos tienen como objetivo enfocar las caras, tratan de fotografiarte mientras actúas. Esta gentuza es escoria que no debería ser protegida porque creamos que ellos tienen algún tipo de imparcialidad, algún tipo de derecho por encima de nuestros deseos de protegernos.

Nuestra preocupación no tiene que ver con el tan llamado derecho a hacer fotos en un espacio público. No podría importarnos menos esta aburrida defensa a la que recurren los fotógrafos cuando son criticados. Nuestra pregunta no es: ¿cuáles son tus derechos en público? Más bien: ¿cuál es tu posición respecto a la lucha social? ¿Cómo actúas para fomentar la revuelta? En pocas palabras, los periodistas no tienen ningún derecho político al «espectáculo». Tienen la capacidad de participar en un momento de la revuelta, pero renuncian a esa capacidad al consignar el evento a una memoria digital en lugar de a una posibilidad futura. Si bien las fotografías han sido evidencias útiles en el pasado, sostenemos que si priorizan la documentación, en la ignorancia o la indiferencia de su efecto en una acción, no consideraremos a los periodistas como compañeros en el presente. 

El espectador no actúa. Una y otra vez, los fotógrafos inhiben el desarrollo de los acontecimientos al situarse justo en primera línea de la acción, precipitándose, bloqueando tu objetivo de ayudar a tus amigos y documentando tus entorpecidos intentos. Los ojos sin cuerpo no se mueven, pero pueden impulsar a los enemigos. Cuando haces una fotografía en una manifestación antes de que algo ocurra, si llegara a suceder, la policía podría utilizar esa foto para construir una narrativa y poder construir identidades. Podrías poner en evidencia a alguien implicado en algo que ni siquiera ha sucedido todavía, destacar esa pieza crucial de evidencia que la policía utilizará para solidificar su caso contra nosotros. Inhibir la posibilidad y limitar el potencial no es algo que debamos aceptar sin más.

Es hora de contraatacar. Este es un llamamiento para que la gente se enfrente a quienes ponen nuestras vidas en peligro. Las personas que toman fotografías y las publican en las redes sociales, sin difuminar los rostros ni eliminando las identidades, nos ponen en peligro y no debemos ser complacientes. En otros países con movimientos mucho más fuertes, la complacencia no es tan dominante; la gente suele reventar las cámaras que ven apuntando a sus amigos y documentándolos deliberadamente. Destrozan las cámaras porque reconocen que estos instrumentos pueden conducir, y de hecho lo hacen, a detenciones que pueden arruinar vidas y destruir movimientos. ¿Por qué tolerar un instrumento que apoya y refuerza nuestra opresión? ¿Nuestra vigilancia? Deberíamos aprender de nuestros amigos en Europa, que son mucho más hábiles que nosotros en la rebelión, mucho menos complacientes.

Dicho esto, no somos luditas. Al contrario, nos encanta una buena foto y no podemos desestimar las cualidades seductoras de las imágenes en la era de los espectáculos. Hay un motivo por el que son llamadas RiotPorn. Incluso imprimimos y enmarcamos los recuerdos que más nos gustan. Reconocemos la importancia de documentar ciertas luchas, para difundir el mensaje, para compartirlo con nuestros amigos internacionales, para generar la chispa del fuego de la rebelión. Las fotos conmueven a los enemigos, pero también nos conmueven. Esto no es una crítica a las cámaras — como tales —, sino a un uso particular y dominante:

«Las armas como objetos inertes no existen. Lo que existe son las armas en acción, es decir, que se utilizan (o esperan ser utilizadas) en una perspectiva determinada… Detrás del objeto está el individuo, el individuo que actúa, planea, utiliza los medios para alcanzar los fines». (Alfredo Bonanno, «El rechazo a las Armas»)

Tenemos amigos en los que confiamos para hacer buenas fotos, pero la palabra clave aquí es la confianza. Los consideramos parte de nuestras luchas, partidarios y cómplices de la guerra social. Suponiendo, pues, que quieras participar en la lucha social como amigo y te hayas comprometido con la cámara, aquí tienes algunas pautas propuestas:

  1. Al contrario de lo que dicen muchos consejos de fotógrafos RiotPorn, no te acerques.
  2. Si hay rostros en tu foto, difumínalos. Un simple remolino en el Photoshop no servirá. Estamos hablando de un desenfoque tal que la policía no puede revertir el proceso.
  3. Si hay prendas de ropa distintivas o identificativas en las fotos, difumínalas.
  4. Si ciertas características de alguien sobresalen (la poca gente racializada en una propuesta de blancos, la poca gente discapacitada en una manifestación aparentemente sin discapacidad, etc.), borra la foto.
  5. Si escoges participar como espectador, ten en cuenta que tu participación es secundaria en comparación a quienes se entregan activamente en el momento de la revuelta. Esto significa que debes apartarte, incluso si significa perder la foto «ganadora».
  6. Si es posible —y suele serlo— pide el consentimiento o indica que estás haciendo una foto para que tengamos la opción de apartarnos o rechazarla. Sí, lo entendemos. Estamos en un espacio público y no tienes porque preguntar, pero ten en cuenta de que no preguntar nos hace sospechar de tus motivaciones y nos da una razón más para hacer valer nuestra capacidad de opacidad.
  7. Tu cámara es un arma. El fuego amigo no es tolerable.
  8. Eres un partidario de la guerra social. Implícate en las luchas que decidas documentar. ¿Deben ser documentadas? Si es así, ¿cómo deben documentarse para difundir sus capacidades? Conviértete en un camarada y gánate la confianza de quienes te rodean. Salvo los activistas profesionales, para la gran mayoría de nosotros esto no es una profesión.
  9. Fotografía a la policía.
  10. Deduce más pautas del análisis expuesto.

Hasta que la conversación sobre la fotografía de protesta se generalice, hasta que pautas como estas sean más comunes, hasta que la carga recaiga sobre los fotógrafos y no sobre los participantes activos, hasta entonces…

Esto es un llamamiento para que la gente rompa las cámaras. Una y otra vez vemos cómo se llevan a nuestros amigos porque alguien eligió su minuto de gloria frente a la excitación de ver su foto de nuestras jodidas caras llegando a las páginas de Vice, el Evening Standard, o el Guardian. Eligen eso por encima de estar junto a sus amigos y cómplices y luchar contra el estado de vigilancia que nos controla a todos. Tal vez el aficionado está de nuestro lado; quizás piensa que está difundiendo la palabra, expandiendo la revuelta. No importa. Por ahora, todo lo que está haciendo es contribuir a un clima de inacción, de miedo a actuar, difundiendo información útil para aquellos que quieren vernos entre rejas. La próxima vez que veas a alguien que pone el objetivo enfrente de la cara de alguien, que es demasiado invasivo, que te impide ayudar a tus amigos todo por conseguir un ángulo perfecto, te pedimos que no te quedes de brazos cruzados.

Contraataca. Protege a tus amigos. #revientalascamaras

Anónimo, 12 de abril de 2016

Versión en PDF
Enlace a la versión original inglesa